Acostumbramos a pensar nuestra vida en grandes procesos: la infancia, la adolescencia, la juventud, la adultez, la vejez… cuando tenga 20 o cumpla los 40… Cuando me case, cuando mis hijos crezcan… cuando me reciba… cuando consiga trabajo…
Sin embargo, son los pequeños procesos diarios los que nos van modelando el carácter, las creencias y la forma de ver las cosas, cómo vivimos y asumimos los pequeños desafíos en cada momento.
Sin duda, el mejor libro de sabiduría lo da la Naturaleza, porque vive estos procesos, ya sean los de las horas, los estacionales y los de los años con dos ingredientes fundamentales: Belleza y Dignidad.
En la Naturaleza, la belleza no es sinónimo de juventud. La belleza es integridad. Nadie puede negar la belleza de un árbol añoso, lleno de ramas retorcidas, de nidos, de pájaros y frutos, de años de silencio y observación. De igual forma, los procesos de muerte y resurrección de la Tierra, están llenos de estas dos cualidades. Si bien nos emociona la primavera y el renacimiento de la vida, no es menos hermoso el otoño: la despedida de las hojas que cambian sus colores y danzan en el viento, que nos perfuman y hacen nuestro caminar más callado, está llena de grandeza. De la misma forma, nuestras despedidas a los procesos que nos tocan vivir, podrían estar llenos de la magnificencia calma del otoño, de la aceptación de los árboles que se prestan a un nuevo ciclo, de la tierra que se prepara a cobijar el manto amarillo y transformarlo en alimento interior.
El agradecimiento al proceso vivido, sea de felicidad o de dolor, pero vivido con aprendizaje, cambiaría nuestra forma de ver lo que viene. De la misma forma que el pájaro canta después de la tormenta que arrasó su nido, podemos cantar con nuestra alma despidiendo lo que fue, y recibiendo lo que viene.
¿Cómo podemos gozar con los brazos abiertos de lo que la vida nos traerá, si miramos con dolor o rencor aquello que estaba destinado a perderse? La mariposa despliega sus alas entre las flores, y no llora la brevedad de su vida.
La Naturaleza se renueva constantemente. Se renueva aún en la muerte o en la despedida, y siempre lo hace con belleza suprema. Aún en mitad del invierno helado, las ramas desnudas conservan la calma de la espera, y nos enternece y emociona ver una pequeña flor que nace en medio del paisaje helado.
No siempre es primavera, ni es glorioso verano. Pero es innegable la hermosura austera del invierno, o el excelso dorado del otoño.
¿Qué proceso reconoces que ya ha terminado en tu vida? ¿Qué momento de felicidad o de sabiduría atesoras de él? ¿Puedes dar las gracias, o el perdón, y despedirte sin mirar atrás? ¿Puedes volver a vivir sin desconfiar en el fluir de la vida? ¿Puedes volver a amar sin amargura?
Observa a tu alrededor… Cada pequeño ser, vive intensamente cada minuto sin olvidar la gloria que lo rodea. Tú eres mucho más fuerte y más sabio. Siempre puedes empezar de nuevo con la alegría de quien se enriqueció con lo aprendido.