¿Quién soy?
Es, tal vez, la pregunta más
difícil de responder. Sin embargo, la respuesta es la que está más a mano. ¿Te
atreves a responder esta pregunta?
¿Soy mujer u hombre,
heterosexual, homosexual, espiritual, práctico, materialista, alto, gordo,
morocho, rubio, rico, pobre, a favor de la libertad, conservador, dogmático, cristiano,
judío, ateo…?
¿Y cómo te ven los demás? ¿Qué
opinan de ti? ¿Qué hablan a tus espaldas? ¿Cómo te juzgan?¿Cómo te
muestras?¿Cuál es tu pasado?¿Qué callas?¿Qué dices?¿Qué opinas en realidad?¿Qué
quieres que piensen de ti?¿Qué te respondes cuando te preguntan “quién sos”?
Todo lo que marcaste
anteriormente, y todas las respuestas a las preguntas anteriores, todo sumado,
es, justamente, lo que no eres. Entonces, ya empiezas a
tener una pista…
Sólo tú podrás conocer tu verdad,
en la medida que vayan cayendo las respuestas anteriores, y cuánto más te
juzguen y te desconozcan, te pregunten y te cuestionen, intenten destruirte o
quieran llevarte con ellos y te resistas a todo esto que no tiene sentido, más
cerca estás de conocerte tú mismo. Aquí comenzarás a comprender las palabras de
Jesús: “conocerás la Verdad, y la verdad te hará libre”. Y llegará un momento
en que te cuestionarás si el precio de conocerte es la soledad… y seguramente
lo es.
Ahora figúrate que no existen las
leyes de los hombres, que nada te frena. Imagínate que no hay recompensa ni
castigo por ser quién eres o por hacer lo que quieres.
Vamos más lejos: ¿y si no hay
Dios o vidas posteriores para saldar tus deudas o para obtener el premio por
tus obras? ¿Si existe sólo el hoy, el aquí y el ahora, y nada más alto te
observa o te juzga: quién serías? ¿Cambiarían tus objetivos, tus respuestas al
entorno? ¿Podrías hacer lo que te tocara hacer sólo por amor y fidelidad a ti
mismo?
Escondida bajo millones de capas
que responden los cuestionamientos de tu entorno, y otros tantos que esconden
el miedo de ser diferente, estás tú, está tu piedra única. Eres parte de un
Todo indisoluble y eres un todo diferente a cada uno de los que te rodean.
Observa que cuanto más te
esfuerzas en pulir esa piedra única que eres conociéndote, y cuanta más
sinceridad haya hacia tú mismo, más resistencia sentirás a tu alrededor, porque
tu fuerza hace que se rompa la ilusión también en tu entorno, y que obligues al
resto a unirse a ti en la titánica tarea, o que se separen de ti.
Esta es la semilla del verdadero
cambio. Y no te digo sólo del cambio individual que te llevará a la paz y a la
completitud: te hablo del cambio que puede mover al Universo.
¿Te parece exagerado? Pequeños
hombres, separados en distintas épocas, pudieron hacer cambios que repercutieron
por cientos de años. ¿Y si ahora no es uno solo, si somos muchos, si somos
cientos o miles… ?
Sin miedo a la incomprensión, sin
miedo a la soledad o a la discriminación, sin miedo a lo que piensan los demás,
intenta verte a ti mismo. No juzgues a nadie. No pienses al otro según tu
pensar. Ve que cuando juzgas haces al otro en tu creencia tan limitado como tú.
Busca en cada uno la piedra perfecta,
cree en la chispa divina de cada ser sin intentar aliarte con él, ni opinar
sobre él, ni hablar, valorar, menospreciar, confundir nada en él. Frente al
otro, sé tú y deja que el otro, simplemente sea. No desconfíes de cada acto de
amor o gratitud que te ofrezcan, ni sufras por el desprecio o el odio que te
muestren. Todos son máscaras. Y detrás de cada máscara, escondido, a veces
olvidado, está Dios que llama.
Tal vez pase por tu lado el
maestro, tal vez se te otorgue una y otra vez la posibilidad de ser y hacer
aquello que tu Ser siempre ha anhelado… y muy probablemente lo dejes pasar…
porque era hombre, o mujer, o tal vez morocho, o rubio, homosexual o heterosexual…
¡qué ceguera la de quien, teniendo ojos, no quiere ver y prefiere que le digan
otros ciegos lo que ven! Como en el cuento de los tres ciegos y el elefante, la
realidad tal vez pase delante de ti, y te digan que parecía otra cosa.
Si logras callar tus oídos y tus
ojos ciegos, tu boca y tu pensar, ahí, a tu lado, muy cerca de ti, donde nadie se arrima y todos
señalan, donde todos juzgan y ninguno se atreve, encuentres tu respuesta.
No temas ser quien eres: ese es
quien Dios conoce. No necesitas nada más.
Este es el descubrimiento de El
Colgado.