ARCANOS MAYORES
EL DIABLO
“Quien encuentra al Diablo, está sólo a unos pasos de Dios”. C. G. Jung
Bajó las escaleras. Estaba cansado y, sí, tenía miedo. ¡Hacía tanto que no iba a ese lugar! Aquel lugar que era el preferido de su infancia. Allí, en soledad, guardaba sus más preciosos hallazgos en el arcón oscuro. Allí había podido ser él mismo, tener sus propios sueños y convertirlos en proyectos maravillosos, discutir y disentir con todas las creencias, comprender y profundizar sobre realidades que sentía universales.
Pero había crecido. Habían pasado los años, y no volvió. Cada vez, aunque sus ansias le pedían volver, había decidido seguir con su vida.
Aferró con más fuerza su lámpara. Tomó la llave y temblando abrió la puerta. Estaba oscuro, y el olor de los libros, del polvo, la humedad y de la sabiduría antigua le inundó de emoción y de recuerdos… el recuerdo de sí mismo.
En el rincón de siempre, en la silla de siempre, estaba él. Siempre igual, tal vez más viejo, esperándolo.
- Te estaba esperando – dijo la voz profunda
- Aquí estoy –dijo el hombre con temblor
- - ¿Por qué temes?
- - Porque dejé pasar las horas, los días, los años, y nunca volví.
- - Hoy has vuelto. Estás acá, nuevamente. ¿Ves? No has olvidado el camino. Era muy simple, sólo bajar y abrir la puerta.
- - Es verdad. Creí que sería más difícil- dijo sintiéndose más seguro –Me fui muy lejos, ¿sabes? Y en la lejanía pensé que me sentiría bien, pero he necesitado volver. Muchas cosas han pasado en mi vida desde entonces… Creo que estoy triste…
- - Pero no estás triste… estás enojado. ¿Con quién te enojas?
- - Con la vida, con el destino… con todo lo que no fue. He sufrido engaños y decepciones. Di mi corazón y muchas cosas salieron mal.
- - ¿Por qué has vuelto? ¿Qué tengo que ver yo con tu enojo?
- - Porque me dijiste que podía seguir el camino que quisiera, y que transitándolo, sería feliz.
- -¿Y lo hiciste? Observa realmente… ¿Seguiste el camino que tú querías o estabas huyendo de otros caminos que te parecieron menos cómodos? ¿Realmente tomaste libremente todas las decisiones que te hicieron infeliz? Si es así, ciertamente no te equivocaste. Si es así, deberías sentirte feliz. ¿Qué voces te dictaron lo que era correcto o necesario hacer? ¿Puedes afirmar que eran realmente las tuyas?
- - No, no siempre. Reconozco mi comodidad en algunas decisiones. Pero cuando tomé las mías, también tuve momentos de dolor.
- - ¿Dolor dices? ¿Y felicidad, cuándo hubo felicidad? ¿O acaso todo fue dolor?
- - Tuve momentos felices, lo reconozco. Pero sigo sintiendo ese vacío interno de no saber si hice lo correcto.
- -Mientes. Estás enojado. Sigues con tu enojo y te gustaría cambiar muchas circunstancias de tu vida para no vivir lo que estás viviendo. ¿Te das cuenta? Dime la verdad: sabes que conmigo no es necesario disculparse o mentir. ¿Con quién estás enojado?
- -¡Con tantas personas!
- - Vuelve a pensar… ¿Por qué no eres feliz? ¿Quién te lo impide? ¿Quién te impide pensar que puedes hacer con tu vida lo que quieres? ¿Quién te dice al oído que ya es tarde para ser quien quieras ser? ¿En qué momento de la vida se decide que ya es tarde? – gritó el anciano
Las llamas de la lámpara crepitaron ante la voz imperiosa. Corrían silenciosas las lágrimas por el rostro del hombre que veía pasar ante sus ojos su vida entera.
- - ¿¡Es tarde realmente para todo lo que quieres!?- rugió la voz - ¿O simplemente eres un cobarde?
El silencio inundó la habitación. El rostro del hombre se iluminó. Sintió surgir de su cuerpo una nueva fuerza, una nueva juventud.
- -Te pido perdón- dijo el hombre humildemente.
- - ¿Perdón? ¿Por qué habrías de pedirme perdón?
- - Porque durante tantos años te dejé encerrado en este lugar, aquí, en soledad.
El viejo rió estrepitosamente. Pero en su risa había comprensión.
- - ¿Es que no lo ves? No he sido yo quien estuvo encarcelado…
Entonces comprendió. Comprendió su enojo. Comprendió que aún había tiempo. Que cada minuto, si era suyo, era infinito. El tiempo dependía solo de él. La vida dependía solo de él. El había sido de niño El Mago, y lo seguía siendo… Pero se había dejado atrapar en un laberinto de creencias, de obligaciones, de mandatos… que él había tomado… libremente
- - Eres tú el prisionero, pero eres también tu propio carcelario. ¿A quién debes pedirle perdón?
Y entre las lágrimas del hombre, se esbozó una sonrisa. Había entendido.
- -Soy yo quien debe perdonarse- susurró.
- - Así es – respondió El Diablo – Y serás libre. Yo sólo soy lo que no puedes ver de ti mismo. Y si tienes el poder para verte, ya no estaré aquí.
El hombre suspiró aliviado. Sintió que el peso opresivo que tenía en su pecho se disolvía. Se irguió a su propia altura. Recordó quién era. Una brisa fresca le acarició el rostro y se alegró por el canto de los pájaros. Estaba solo.
Era libre. La habitación se llenó de luz. Las gruesas paredes cayeron silenciosamente. Todo se desmoronó a su alrededor calculadamente, hasta con belleza. Los últimos rayos del sol desaparecieron en el horizonte y brillaron las estrellas.
Estaba listo para comenzar su nuevo camino. Y sabía que era el correcto.