18 abr 2012

El Juicio, por María


 ¿Cuánto me importa cómo me juzguen los demás?
Vivimos en un mundo de apariencias. Hablamos, reímos, nos vestimos y hasta fingimos u opinamos teniendo en cuenta el juicio de los demás hacia nosotros. Nos juzgan por el cuerpo, por la moda, por nuestros gustos o nuestros aciertos, por nuestras obras o por si pensamos de una manera diferente a la mayoría, por aquello que hicimos, o por lo que dejamos de hacer.
La mirada burlona, el gesto acusador o la palabra cruel, nos duelen más que nuestro propio juicio. O aún peor: terminamos juzgándonos según nos ven los demás.
¿Cuántas cosas hemos ocultado en nuestra vida por miedo a la opinión de los otros? ¡Y a qué costo! La sombra del dedo acusador, a veces real y otras, imaginado, se suma a nuestra propia sombra y caminamos agobiados o camuflados para recibir una migaja de aceptación. Nuestros actos son minuciosamente observados por personajes aleatorios que poco conocen de nuestra verdad. Y podemos llegar al punto en que ni nosotros mismos podemos distinguir nuestra verdad de la ajena.
Así vamos construyendo una vida sobre la base de la culpa, la no aceptación, la verdad encubierta y el miedo a nosotros mismos.

¿Pero quién es el dueño de la Verdad?
“No juzgues, si no quieres ser juzgado”… La palabra del Evangelio es taxativa y clara, pero pocas veces recordada. Y el pecado más grande termina siendo cómo nos juzgamos cuando nos medimos por parámetros externos, ajenos y variables, sin sabiduría. Edipo, aún después de haber cumplido su más cruel y deshonroso destino, ciego y exiliado, reflexiona: "Juzgo que todo está bien".

El penúltimo Arcano del Tarot es El Juicio. En él las figuras están desnudas, despojadas de todo ropaje que las oculte y emergen jubilosas de la oscuridad de sus sarcófagos. En este punto la carta nos da muestra de la aceptación total de quiénes somos y del regocijo de salir a la luz de nuestras propias experiencias. Un ángel de cabello de fuego hace sonar su melodía, y sobre su instrumento flamea una bandera (el triunfo en la batalla) con una gran cruz: las encrucijadas han terminado, y con ellas las divisiones internas y externas. Los personajes no se miran entre sí, observan un Cielo en común, porque es la energía más alta el común denominador de los seres humanos. Es en el espíritu y el anhelo de la búsqueda más allá de la apariencia en donde está el factor común entre todos los hombres.
Detrás del mar, el fin del viaje, blancas montañas de nevadas alturas enmarcan el horizonte. Se ha llegado al punto más alto del ser, a la cúspide del camino que El Loco se aventuró a recorrer.
Ya no hay miedo. Todo ha sido limpiado. Cada uno es quien debe ser. La unión es el Cielo y la Verdad. La paradoja es que la carta El Juicio nos enseña el fin de los juicios humanos y el principio de ser quienes realmente vinimos a ser.

Cuando juzgamos al otro, intentamos sumergirlo en nuestra propia oscuridad. Cuando nos juzgamos a nosotros mismos, nos incapacitamos para seguir nuestro camino. Cuando actuamos o mentimos por evitar el juicio de los otros, matamos el espíritu de libre albedrío que nos dio vida.
Cada quien vive su Cielo y su Infierno. Y nunca seremos capaces de saber con certeza por qué cada uno ha obrado como lo ha hecho.
Puedes poner un poco más de paz en tu vida y en el mundo. Puedes hacer que alumbre más tu chispa divina y permitir que cada uno sea y se exprese con su mejor belleza. Si eres de los que se pregunta cómo mejorar el mundo, empieza tú: no juzgues.