10 sept 2012

¿Quién soy? por María


¿Quién soy?
Es, tal vez, la pregunta más difícil de responder. Sin embargo, la respuesta es la que está más a mano. ¿Te atreves a responder esta pregunta?
¿Soy mujer u hombre, heterosexual, homosexual, espiritual, práctico, materialista, alto, gordo, morocho, rubio, rico, pobre, a favor de la libertad, conservador, dogmático, cristiano, judío, ateo…?
¿Y cómo te ven los demás? ¿Qué opinan de ti? ¿Qué hablan a tus espaldas? ¿Cómo te juzgan?¿Cómo te muestras?¿Cuál es tu pasado?¿Qué callas?¿Qué dices?¿Qué opinas en realidad?¿Qué quieres que piensen de ti?¿Qué te respondes cuando te preguntan “quién sos”?
Todo lo que marcaste anteriormente, y todas las respuestas a las preguntas anteriores, todo sumado, es, justamente, lo que no eres. Entonces, ya empiezas a tener una pista…
Sólo tú podrás conocer tu verdad, en la medida que vayan cayendo las respuestas anteriores, y cuánto más te juzguen y te desconozcan, te pregunten y te cuestionen, intenten destruirte o quieran llevarte con ellos y te resistas a todo esto que no tiene sentido, más cerca estás de conocerte tú mismo. Aquí comenzarás a comprender las palabras de Jesús: “conocerás la Verdad, y la verdad te hará libre”. Y llegará un momento en que te cuestionarás si el precio de conocerte es la soledad… y seguramente lo es.
Ahora figúrate que no existen las leyes de los hombres, que nada te frena. Imagínate que no hay recompensa ni castigo por ser quién eres o por hacer lo que quieres.
Vamos más lejos: ¿y si no hay Dios o vidas posteriores para saldar tus deudas o para obtener el premio por tus obras? ¿Si existe sólo el hoy, el aquí y el ahora, y nada más alto te observa o te juzga: quién serías? ¿Cambiarían tus objetivos, tus respuestas al entorno? ¿Podrías hacer lo que te tocara hacer sólo por amor y fidelidad a ti mismo?
Escondida bajo millones de capas que responden los cuestionamientos de tu entorno, y otros tantos que esconden el miedo de ser diferente, estás tú, está tu piedra única. Eres parte de un Todo indisoluble y eres un todo diferente a cada uno de los que te rodean.
Observa que cuanto más te esfuerzas en pulir esa piedra única que eres conociéndote, y cuanta más sinceridad haya hacia tú mismo, más resistencia sentirás a tu alrededor, porque tu fuerza hace que se rompa la ilusión también en tu entorno, y que obligues al resto a unirse a ti en la titánica tarea, o que se separen de ti.
Esta es la semilla del verdadero cambio. Y no te digo sólo del cambio individual que te llevará a la paz y a la completitud: te hablo del cambio que puede mover al Universo.
¿Te parece exagerado? Pequeños hombres, separados en distintas épocas, pudieron hacer cambios que repercutieron por cientos de años. ¿Y si ahora no es uno solo, si somos muchos, si somos cientos o miles… ?
Sin miedo a la incomprensión, sin miedo a la soledad o a la discriminación, sin miedo a lo que piensan los demás, intenta verte a ti mismo. No juzgues a nadie. No pienses al otro según tu pensar. Ve que cuando juzgas haces al otro en tu creencia tan limitado como tú. Busca  en cada uno la piedra perfecta, cree en la chispa divina de cada ser sin intentar aliarte con él, ni opinar sobre él, ni hablar, valorar, menospreciar, confundir nada en él. Frente al otro, sé tú y deja que el otro, simplemente sea. No desconfíes de cada acto de amor o gratitud que te ofrezcan, ni sufras por el desprecio o el odio que te muestren. Todos son máscaras. Y detrás de cada máscara, escondido, a veces olvidado, está Dios que llama.
Tal vez pase por tu lado el maestro, tal vez se te otorgue una y otra vez la posibilidad de ser y hacer aquello que tu Ser siempre ha anhelado… y muy probablemente lo dejes pasar… porque era hombre, o mujer, o tal vez morocho, o rubio, homosexual o heterosexual… ¡qué ceguera la de quien, teniendo ojos, no quiere ver y prefiere que le digan otros ciegos lo que ven! Como en el cuento de los tres ciegos y el elefante, la realidad tal vez pase delante de ti, y te digan que parecía otra cosa.
Si logras callar tus oídos y tus ojos ciegos, tu boca y tu pensar, ahí, a tu lado, muy  cerca de ti, donde nadie se arrima y todos señalan, donde todos juzgan y ninguno se atreve, encuentres tu respuesta.
No temas ser quien eres: ese es quien Dios conoce. No necesitas nada más.
Este es el descubrimiento de El Colgado.

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