La Sacerdotisa: EL LUGAR MÁS PROFUNDO DE UNO MISMO
En medio del caos en el que todo surgía nuevo, había un orden. Las imágenes se sucedían velozmente y miríadas de estrellas caían del cielo. De su pecho emergía una luz enceguecedora… y vio todo claramente. Agua y fuego, aire, energía y tierra existían en la infinita espiral. El Mago hacía su obra: causa y consecuencia, hado y destino, obra y pensamiento se hicieron uno ante su mirada.
Se despertó sobresaltada en su enorme lecho. Un nuevo visitante llegaría en poco tiempo.
Atravesó los pisos de mármol que reflejaban su figura, encendió el fuego del altar y quemó incienso y laurel. Parecía casi flotar por las habitaciones infinitas. Se sentó en su blanco sitial y comió un poco de las granadas que estaban desparramadas en la vasija de oro.
Él llegó, y aunque de su presencia emergía la imponente figura de un rey, se postró humildemente ante el trono y besó los pies desnudos de la bella dama. Innecesariamente hizo su pregunta – pues ella ya la conocía- y le pidió que leyera su destino.
Con la voz que emerge de las más lejanas profundidades del mar cósmico, ella le dijo todo lo que ya había visto: las causas, las consecuencias, su hado y su destino. Con el dolor de conocer lo que casi nadie se atreve a saber, hizo ante ella una profunda reverencia y con la dignidad de su linaje se alejó hacia su reino.
Ya nada estaba en sus manos: la Sacerdotisa que todo lo sabía, nada podía hacer. El saber era su solo destino. Conocía la debilidad humana, y las consecuencias del miedo. Podía intuir el futuro con la claridad con la que ahora miraba la sala vacía.
Caminó despacio hacia el velo etéreo que divide lo inaccesible para el entendimiento. Lo descorrió y ante ella se reveló el Todo. Un mar dulce y silencioso ondulaba su vestido azul. En su corazón saludó a la Luz que se le revelaba con la calma de lo que no tiene tiempo. Observó el límite entre el Todo y la Nada, entre lo que Es y lo que Nunca será. Sus ojos se llenaron otra vez de entendimiento.
Volvió su marcha hacia los jardines nocturnos. Las cuatro Lunas, la única Luna, eterna, gigante y blanca la abrazaba desde un cielo cercano y en el abismo que se abría a sus pies, se veía la clara esfera de la Verdad y de la Belleza.
Sólo la Luna, sólo el mar infinito de la creación… y por sobre todo, el silencio sobrecogedor…
Abrió su Gran Libro y con la paz de quien todo lo sabe, entendió que el precio de su quietud era la soledad eterna.
La Sacerdotisa encarna lo femenino en nosotros, el Ánima, la conexión con lo más profundo, la intuición completa. En ese lugar en el que nos conectamos con el Saber sin necesidad de comprender, estamos solos, y es necesaria la quietud para permanecer en él. Sin embargo allí, nada podemos hacer. La Sacerdotisa es un lugar y un estado momentáneo. Es una guía para el Alma, pero sin nuestras decisiones, su mensaje es fútil. Ella vive adentro nuestro para que salgamos a la Luz.
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