El Gran Trabajo en el Pequeño Trabajo ( por María)
Sísifo fue condenado por los dioses. Por algunas causas, justamente, por otras no tanto. Pero básicamente fue condenado por su pasión por la vida. Más allá de las normas y las creencias, Sísifo, enamorado de la aventura de vivir, las trascendías todas, convencido de su propia justicia.
Por todo lo hecho, y más que nada por trasgredir las ordenanzas de los dioses, su condena fue brutal: debía arrastrar una pesada roca hasta la cima de la montaña, día tras día, por toda la eternidad.
Con todas sus fuerzas, sus manos palpaban la piedra gigante, y lentamente la llevaba hasta lo más alto del monte, desde donde, inexorable, la roca rodaba hasta el llano. Y nuevamente empezaba su obra. ¿Cómo poder soportar tan cruel destino?
El mito de Sísifo es un espejo de nuestra realidad. A veces sentimos que nuestra vida trascurre de la misma manera… las horas pasan, nos levantamos y presas de la rutina, hacemos nuestro trabajo para volver nuevamente al mismo punto. Tal vez muchos persigan en él la riqueza o el lujo, fantaseando que una vez conseguidos, la vida será diferente. Pero aún en la opulencia hay rutina y hartazgo.
Podemos pensar en la peor visión del mito… la condena al permanente retorno… Pero si cambiamos la visión, el relato nos deja la clave del gran trabajo dentro del pequeño trabajo. Gracias a su pasión, Sísifo encontró en la piedra la llave de la sabiduría. Cada grano que componía el objeto, fue parte suya. Sus toscas manos se acostumbraron a la aspereza y a la tersura de la piedra, hizo de ella su compañera de ruta. Sus pies conocieron palmo a palmo el camino hacia la cúspide, la arena, las hierbas secas, las flores que quizá emergían entre las grietas de la montaña…
El todo y la parte fueron uno para él. Su atención puesta sólo en los músculos tensos, en la fuerza exacta, en la respiración correcta, en el camino de ida, en las gotas de traspiración que recorrían su cuerpo y en la belleza del sonido ensordecedor del regreso.
¡Cuántas veces buscamos respuestas complejas de las formas más intrincadas posibles! Seguramente te has preguntado alguna vez: ¿Por qué a mí?, o ¿Cuál es la Verdad?, ¿Qué vine a hacer en esta vida?, ¿Cuándo terminará esto o aquello?... Seguramente lo has hecho… Y mientras buscabas en la intelectualidad, en libros, en gurús, olvidaste las pequeñas señales del camino. Cada pequeño acto vivido como el Gran Acto. Cada pequeño, tedioso, rutinario trabajo, como el Gran Trabajo, en donde podrías poner toda tu atención, toda tu alma, todo tu amor, todo tu cuerpo.
¿Puedes imaginarte un mundo, o una ciudad, o un pequeño barrio en donde cada uno haga lo suyo de esta manera, con esta pasión, con este desapego?
¿Has buscado el Paraíso, la felicidad, la paz interior? Mira: ahí en lo más sencillo estaba la respuesta. Observa a Sísifo y siente su pasión. Pon tu pasión en lo próximo que hagas y observa el resultado. El desierto, la montaña y la pesada roca serán ante tus ojos, el más bello lugar, y tu tarea, la mejor: la que empiece a cambiar el mundo.
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