30 oct 2011

ARCANOS MAYORES: El Emperador (por Maria)



Dejó su yelmo y su espada. Por un momento sintió cansancio: era el cansancio de los Siglos. Enseguida se repuso. Se sacó las botas que su escudero  limpiaría de la sangre de la batalla y se puso una muda limpia: una simple túnica de color rojo, que enmarcaba con orgullo su apariencia imponente. Se calzó, se puso su anillo y su corona, que pesaba hoy, más que nunca.


Por el umbral apareció la Emperatriz. Lo abrazó con dulzura y susurró a su oído con lágrimas en los ojos:
-        Sólo engendramos guerreros, amor mío. Y el mayor honor de un guerrero es dar su vida.

El Emperador la abrazó fuertemente. Ese día había enterrado a su hijo amado. Ese día había ganado la batalla. Y mañana, lucharía de nuevo…




-          La vida y la muerte se entrecruzan en nuestras vidas, amada mía- le dijo mientras posaba su mano ruda en el vientre henchido de su mujer- Ambos somos guerreros.

-          Así es – respondió la mujer- y con paso lento se alejó del lugar dejando su perfume de flores embriagadas de rocío y de la miel de todas las mariposas del reino.


El viejo Emperador se sentó un su trono. Se lo veía erguido y decidido. Su pie se veía inquieto, esperando el desafío siguiente. Apretando su cetro pensó en sus hijos: el guerrero muerto y el fuego del guerrero por venir.
Una opresión cerró su corazón. Desde su piedra de esmeralda convocó al Dragón, a su bien amado protector, al dios del fuego y del valor, a la chispa del coraje y la iniciativa.






Desde el fondo de su corazón le dijo:

-        No me prives del valor de seguir adelante. Me debo a la justicia y a mi pueblo. He estado dispuesto a dar lo más amado, a perder lo más querido, a enterrar lo más atesorado.

Una sombra conocida rozó la pared del salón. Y oyó el susurro con voz áspera, y recitó con él:

Un caballero ha de ser valiente,
En su corazón sólo existe la virtud.
Defenderá al indefenso, dará socorro al afligido.
Al hablar sólo dirá la Verdad,
Con su ira someterá al déspota.

Al arrullo de la voz conocida y de la suya propia, sintió renovar sus fuerzas. Se puso de pie y se dispuso al nuevo día que nacía silenciosamente.

En muchas oportunidades de la vida, nos toca ser El Emperador. De afuera se vive como el máximo coraje. Desde adentro con el máximo valor. El Emperador lucha por la Justicia, aunque en ello deba renunciar a su dolor. Sabe que deberá enfrentar su último miedo. Pero él es el muro inexpugnable de la ciudadela, de su castillo y de su amor. Ha nacido para ser guerrero, pero no debe olvidar, que ante todo, fue primero un caballero. Su trono es frío y de piedra. Pero su lecho acogedor y tibio.

No olvides guerrero, que aunque tu batalla sea dura, aunque entierres a tus seres queridos en el campo de batalla, cada noche debes regresar a la tibieza, a la ternura y a la sensibilidad. Porque  en tu corazón valiente y virtuoso, debe seguir latiendo el amor.



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