24 may 2012


Sin control

por María


Nuestro mayor sufrimiento está en la necesidad de poseer el control. La creencia de que tenemos el control es el peor error, y el peor dolor. Tener la ilusión de mantenerlo a toda costa, nos agota, nos confunde y en cuanto antes nos demos cuenta de ello, más posibilidades de recuperar nuestro verdadero poder adquiriremos.
Porque el verdadero poder consiste en reconocer el poder en nosotros mismos y que reside en  nuestro interior y en la confianza y conexión con el universo. ¿Pero cómo abandonar el control – de lo que no controlamos aunque creamos- y dejarnos traspasar por una voluntad o mandato que está más allá de nosotros mismos y que nos puede resultar en sufrimiento?

El poder es nuestra cualidad intrínseca. Pero reconocerlo, nos da terror, porque implica seguir con la tumultuosa corriente de la vida, traiga lo que traiga, deslizarse en ella y ver a dónde nos lleva, a sabiendas de que ese lugar a donde lleguemos, es el correcto.
El control, en cambio, nunca es nuestro. Y cuando tratamos de que lo sea, lo único que generamos es karma, porque movemos, sin el poder verdadero que viene de nuestro centro, a todo aquello que es débil, que no tiene dirección, que no sabe hacia dónde se dirige y , falto de su poder, necesita un falso timón que lo guíe.
Nuestro control es hacia cosas muy pequeñas, y aún así, ejerciéndolo, atraemos una poderosa fuerza contraria que tarde o temprano, jugará en nuestra contra. Podemos controlar nuestro apetito, pero en algún momento tendremos la necesidad de atiborrarnos con comida. Podemos controlar la respiración por un corto tiempo, pero luego necesitaremos llenarnos con desesperación los pulmones de aire.
El poder es algo muy diferente, porque el  poder requiere conocimiento y consciencia sobre nosotros mismos. Tenemos el poder de hacer de nuestra vida algo único, que cambie y repare el destino de muchos. Pero no tenemos el control sobre nadie. Tenemos el poder de hacer una creación artística, pero no tenemos el control sobre la inspiración.
La etimología de la palabra poder nos lleva a: amo, dueño. Un verbo que vendría a traducirse como “ser posible” o “ser capaz de”… pero a veces nos sentimos muy cansados para creernos capaces y tenemos ganas de que las cosas nos sucedan de una manera mágica y maravillosa.
El camino espiritual se nos hace arduo. Y es así porque algunas veces, y más allá de todos los ejercicios que hagamos, queremos el control: la “varita mágica”.
En la maravillosa obra El Señor de los Anillos, el anillo “de poder” no simboliza el poder en sí mismo, simboliza el control. El poder que subyace es el que permite a algunos elegidos adueñarse de él para tirarlo al abismo. Frodo tiene el poder interno necesario para hacer este trabajo imposible para un humano (el hombre corrompido por la necesidad de control) pero posible para un hobbit (el inocente – el niño interior).
Según la Kábalah, un grupo de elegidos, está destinado a restaurar el equilibrio Universal. Ese Gran Trabajo, lo llama la Tikkum. Y siendo, desde nuestro lugar en el Árbol de la Vida, representantes del hombre perfecto, cada uno de nosotros tiene el poder de restaurar y perfeccionar la creación: ese es nuestro rol de dioses  o héroes – hijos de Dios. Mal podríamos hacerlo desde el control. De hecho, las grandes aberraciones históricas, las guerras y genocidios se hicieron desde el control. Y fue el poder de seres humanos verdaderos el que restituyó el equilibrio y el orden cada vez.
Alguien podría argumentar: tengo el control sobre la vida o la muerte. Pero si lo vemos desde el orden Divino, si hay espíritu, no hay vida o muerte, y nadie, solo uno mismo, puede tener el poder sobre su propia alma.
¿Sabes dónde está la verdadera libertad? En que puedas hacer lo que se debe, aquello para lo cual has sido llamado, porque el mayor deber y compromiso es con nuestra alma y nuestro destino final.
Es muy claro cuando sentimos “no puedo hacer esto o aquello”… no decimos “no tengo el control” Porque sabemos que el control no es, en un destino de cambio, una herramienta lícita. Estamos reconociendo que, por un momento, hemos renunciado al poder.
El poder anula el miedo, el control lo esconde. No puedes controlar la alegría o la tristeza: las dos son sólo un punto de vista. No puedes controlar el dolor o el placer, podrás taparlo o promoverlo: ambos son sólo un punto de tu flexibilidad
No hace falta controlar la elección: la decisión ya fue tomada. Sólo debes escuchar porque no hay silencio o palabras: solo estás tú con tu poder. Porque no hay llenos o vacíos: solo está Dios.
Yo tengo el poder sobre mí, y por ello puedo hacer de mí la obra más excelsa, que no depende de otros, sólo de mi decisión. Cuando necesito el control, estoy involucrando a otras personas, y quiero de ellas el cumplimiento de mis deseos.
Puedo tocar hoy mi mejor melodía y pensar que, igual que la música es infinita, mi poder de  amar y transformar el mundo, también lo es. Podemos ser aún los amos de nuestra vida.

Desde la noche que sobre mí se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses si existen,
por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia,
nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino,
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años,
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.

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