La no violencia hacia sí
Comentario al artículo de la psicóloga transpersonal Virginia Gawel visto desde el Tarot
Quien mira hacia afuera sueña, quien mira hacia adentro, despierta
C Jung
Quienes estudiamos el Tarot profundamente, trabajamos desde el profundo respeto hacia el sí mismo y “la fuerza de la Verdad”. Sabemos por la experiencia que nos brinda, que el error más grande que podemos tener es el no quererse a uno mismo, no conocerse en profundidad y respetarse.
Intentar querernos sin conocernos, es un imposible. Es por eso que desde los Arcanos Mayores, que marcan los movimientos arquetípicos y energéticos, se siguen principios fundamentales: no existe la división entre el bien o lo bueno y el mal; el camino es permanente, por lo tanto, descubrimos nuestra Verdad paso a paso y en diferentes niveles de profundidad en las distintas etapas; no hay nada nuestro que no merezca verse, nada que ocultarnos, nada que no podamos sublimar, nada por qué castigarnos, nada que no pueda transformarse en aprendizaje. Desde El Loco hasta El Emperador, se vive la experiencia plena, sin límites, estamos en contacto con nuestra naturaleza divina y con ella, nada es imposible. Pero elegimos para nuestro aprendizaje estar en este mundo, en esta realidad. Para no olvidar que también desde aquí todo es posible y podemos tomar cada experiencia como un camino de perfección, El Hierofante como primer héroe, une estas dos naturalezas – divina y humana – en la verdadera posibilidad.
Y así continuamos por el camino, pero no en forma lineal: permanentemente estamos unidos a todas nuestras dimensiones, hacemos el camino completo en diferentes planos. Lo que nos falta es hacerlo consciente. Por eso, La estrella nos muestra el placer de reconectarnos con nosotros mismos y en El Sol nos celebramos renacidos… siempre es posible volver a empezar! Don Juan hablaba del “intento” del guerrero. En El Tarot, el “intento” es conectarnos con cada arcano y abrir las puertas sin miedo, hacia el interior. Somos nuestros propios maestros, y nadie como nosotros, puede amarnos y respetarnos tan profundamente. La perfección es el “intento”: seguir permanentemente girando La Rueda y El Universo para no detenernos en el laberinto de la vida y llegar a la Luz.
Galadriel
Aquí les transcribo el bello artículo de Virgina Gawel:
La propuesta es guiarse por lo que Gandhi llamó Satyagraha: “la fuerza de la Verdad”, una firmeza que nace del propio ser y que lleva al bien común (que nos incluye).
“Me odié a mí misma y no fui correspondida” Esto lo escribí yo, sobre mí, hace ya años. Y me impactó el hecho de que esas palabras nacieran desde mi hondura sin pensarlas, como si mi inconsciente me lo quisiera hacer saber desesperadamente. Porque eran ciertas ambas cosas: por un lado, fui saliendo de la adolescencia con un marcado rechazo hacia mi identidad, que se acentuó gracias a que encontré quienes me ayudaran a des- quererme cada vez más, ( y que yo les creyera, claro). Pero, por otro, porque trabajando mucho sobre ello, llegué a darme cuenta de algo esencial: NO de que había desarrollado la autoestima (palabra bastante pobre, porque si te digo “te estimo” no es un “te Amo”). Sucedió que algo dentro de mí, fundamental, constitutivo de mi Núcleo, no coincidía con esa mirada hacia mí. Vi que desde ese lugar en forma natural manaba fácilmente afectuosidad hacia quien yo era, incluyéndome en la misma afectuosidad que en forma sencilla experimentaba hacia todo lo existente: los animales, la Belleza en sus distintas formas, las personas dignas, los menos favorecidos… hacia mis seres queridos y aún hacia la Humanidad toda, como inmensa y confusa familia.
O sea: no se trataba de que yo tuviera que aprender a quererme, sino de que, desde mi propio centro hacia mi conciencia periférica, mi espíritu más profundo me valoraba desde siempre… pero yo no me había dado cuenta! Esa porción del Todo que me habita. Me amaba tal como amaba a todo lo que amaba; por eso no podía corresponder a mi auto- rechazo. Yo sólo tenía que aprender a recibir ese afecto, -tan ajeno al egocentrismo- y ejercer reciprocidad, pues quien se rechaza a sí mismo omite honrar la porción del Todo que le encarna y que necesita de la experiencia humana para desplegarse. Muchos años después supe que en la Psicología Budista a esto se le llama Maitri: la práctica cotidiana de una amistad incondicional con uno mismo-
El auto – rechazo se aprende de varias fuentes: a veces en la crianza, por el desamor de los más cercanos; otra nace o se refuerza a partir de códigos culturales que propician la constante comparación competitiva con personas aparentemente “perfectas”: exitosas, bellas, amadas y felices como las de la publicidad del yogurt light. Y en mi trabajo como terapeuta vi lo mismo que yo había padecida: que entre las más patéticas fuentes de aprendizaje del automaltrato estaban las enseñanzas que deberían ayudarnos a conectar con la Fuente del auto – Amor: los preceptos religiosos mal trasmitidos y los “gurúes” que azotaban psicológicamente en nombre de lo Sagrado (y de su propia afirmación como “seres elevados”). He visto personas preciosas que han tenido que hacer un esfuerzo titánico para dejar de maltratarse en nombre del “crecimiento espiritual”: adiestradas en aborrecer su “imperfección” (y aún sus grandezas!) en base a creencias limitantes arteramente inoculadas… personas mancilladas o abusadas por psicopáticas “autoridades” que les descalificaran en nombre de “aniquilarles el Ego”; o bien gente confundida por confundidos terapeutas de diversa índole (académicos o alternativos), imbuidos de pensamiento mágico o de abofeteantes diagnósticos. Y puesto que si uno se automaltrata lo que encuentra afuera son maltratadores (ya a priori autorizados por nosotros), esas buenas personas suelen pasar por vínculos que se presentan primero como relaciones de Amor, y terminan siendo ponzoñosos en su grado de descalificación, de indiferencia, de reafirmación de este error fundamental: “¿Qué otra cosa merezco yo sino el rechazo?”.
El fin del automaltrato se da cuando uno comienza a ejercer la No – Violencia hacia sí. No – Violencia es algo bien distinto de pusilanimidad o flojera: es una firmeza que nace del propio Ser, y que lleva hacia el bien común (que nos incluye). Gandhi le llamó Satyagraha: “La fuerza de la Verdad” . Y lo que dijo es tan aplicable hacia el mundo externo como hacia el interno: “el primer principio de la acción no violenta consiste en no cooperar con cualquier cosa que sea humillante. Adoptar ese principio obliga a separarse de toda forma de explotación”. También de sí mismo hacia sí mismo, y hacia todo el que colabore con que nos despreciemos. Hagámoslo. Hagámoslo ya.
Revista Uno Mismo N° 328/ octubre de 2010. Autora Virginia Gawel
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