14 nov 2010

ARCANOS MAYORES: La casa de Asterión: un cuento de Borges desde el Tarot (por Maria)

La casa de Asterión muestra el viaje hacia nuestra sombra. Desde el Tarot, muestra el segundo septemio del Camino del Héroe. El camino hacia el Sí mismo.

"Todos somos escritores metafísicos porque la metafísica no es una discusión estéril sobre nociones abstractas que escapan a la experiencia, sino un esfuerzo vivo para abarcar por dentro la condición humana en su totalidad"
.J P Sartre

LA CASA DE ASTERIÓN
Jorge Luis Borges

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz  de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.
    El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Loas enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos. 
    Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.
    No sólo he imaginado eso juegos, también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes, la casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris, he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo. 
    Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor, Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?    
    El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.
    -¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.

El Camino hacia el Laberinto desde La Fuerza hasta la Templanza en "La Casa de Asterión"

Aproximación al Mito del Minotauro
El Rey Minos de Creta, para demostrar que es hijo de Zeus, hace emerger, por medio de Poseidón, un toro blanco para demostrar su poder (El Carro) . Ese toro (el Ego) tenía que ser sacrificado a nombre del Dios del mar, puesto que una vez demostrada la filiación (yo soy Su Majestad), no era necesario. Pero la fingida desmemoria de Minos, que se negaba a matar un objeto tan precioso,  (su máscara) contrarió a Poseidón, el Dios de la Profundidad y el Dios castiga al ego del  Rey haciendo que Pasifae, su esposa, se enamore del toro.
Pasifae pide ayuda a Dédalo y éste hace una vaca de bronce con ruedas mecánicas para que ella, Pasifae, realice la cópula con el animal. De esa unión nace Asterión, el minotauro. Asterión, es pues, “El minotauro del laberinto de Creta, hijo de Pasifae y un toro sagrado de Poseidón”.  Después de consumado el designio de Poseidón, Minos debe encerrar a Asterión, y para esto encarga al artista y arquitecto Dédalo que realice un laberinto del cual sea imposible salir para
ocultar a los ojos de la gente una cosa que llenaba de infamia a él y a su mujer.
Desde ese momento, queda sólo un camino: introducirse en el “laberinto”, que es por un lado el símbolo de la Kábbalah el plano del laberinto (como camino hacia el interior), y por otro, labor – trabajo – intus – en el interior.

Los etimólogos medievales abrieron un abanico semántico: trabajo para salir (si el laborintus es una prisión); trabajo para entrar (si el laborintus es una protección para un tesoro).
El Ermitaño
Si unimos los conceptos con el segundo sendero del Tarot, asociamos el laberinto con El Ermitaño, por su símbolo astrológico Virgo.
Minos y Pasífae, revelan la misma naturaleza astral: Minos, el rey, es fruto de la unión del toro celeste (Zeus) y Europa ("la de amplia visión"); Pasífae, cuyo nombre significa "la que brilla para todos, la que es visible a todos", epíteto asimilable a la luna, es hija de Helios, el sol. Es entonces evidente que sea “la que brilla para todos” quien dé a luz al minotauro quien se convierte en sombra ante la negación de Minos, quien no quiere ver.
El Minotauro es un ser híbrido de dios (toro) y rey (Minos), y desde otra perspectiva, de fiera y hombre. Teniendo en cuenta este origen celeste podemos interpretar la afirmación siguiente contenida en el texto de nuestro relato :
"Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez : arriba, el intrincado sol ; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo"


La Sombra, el minotauro, aguarda silenciosa su redención: nació de la luz, y es su destino volver a ella. Por mandatos ajenos la acorralamos en un intrincado laberinto. Y allí yace a oscuras, guardada por un dragón, que también está a la espera, para convertirse como en el mito de Marduk, en un cielo estrellado.
Cuando El Ermitaño irrumpe en nuestra vida, La Sombra se nos hace cercana, y si tenemos la decisión o el “intento”  de Ver, la reconoceremos. Al menos, a alguna de sus cabezas de Cerbero. El hilo de Ariadna (la muy sagrada) , se convierte aquí en la lámpara – estrella. Somos nosotros la propia Ariadna que decidimos iluminar el laberinto con un hilo mágico y sumergirnos más allá del miedo, al lugar más profundo tras una búsqueda cognoscitiva.   Aquí sembraremos el sendero que más adelante, y tantas veces como necesitemos, podremos volver a transitar.
En los cuentos de hadas el o la protagonista en algún momento se interna en el bosque, y si no se pierde en él, podrá salir renovado y reconocerse.
La Rueda de la Fortuna
Las simbologías nacen de la conexión de dos cosas que se bordean. Se nombra lo que no es. El lenguaje desconecta la distancia para enlazar dos mundos alejados por el azar. Es el hilo de Ariadna buscando la salida del laberinto. El Universo es un laberinto hecho por un arquitecto de la palabra. Es Dédalo quien intenta la unión entre el símbolo y la cosa: Ariadna teje y Dédalo construye. Ambos simbolizan la conexión con lo imposible usando sus manos (Kaf – la palma de la Rueda). Toman el timón para dar una dirección . Los dos unen los puntos de una arquitectura que suaviza el contacto entre las cosas y el lenguaje. El Hado es palabra, nos susurra al oído lo que vinimos a hacer, pero debemos estar dispuestos a escuchar y a obrar en consecuencia. Aquí aparece la acción de Teseo cuyo nombre significa: acción, producir, fuerza. Es nuestra acción la que moldeará el destino en cuanto nos hagamos responsables de nuestros actos.

El Ajuste – La Justicia
La palabra “ajuste” está relacionada con “regular, componer, ajustar, armonía – ajuste de partes.” En el mito, Poseidón ajusta el equilibrio entre la luz y la sombra con la búsqueda del minotauro, la Sombra. Es decir, el centro “justo, exacto” del Tarot, la carta número XI, es la que concreta el equilibrio para una búsqueda más profunda. En algunos Tarot, la Justicia aparece ciega: el laberinto es oscuro, estamos sin el poder de nuestros ojos corporales porque lo que debemos ver es interno. Sólo la lámpara del Ermitaño puede guiarnos en la oscuridad.  Ahora podemos permitirnos “ver – vernos” de otra manera: estamos listos para bucear en las profundidades como Teseo para liberarnos – liberar al “monstruo”, incorporarlo a la luminosidad  porque está en espera. El miedo es nuestro, no de la Sombra. El miedo es poner a la luz algo que ocultamos hace mucho tiempo, y que por olvidado, nos parece monstruoso.
El Colgado
    “El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Loas enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.”
Cada uno de nosotros es único con su cielo y con su infierno, con su gozo y con su dolor. Sólo uno mismo, desde la más profunda quietud, puede entender su dolor y transmutarlo en aprendizaje mudo, sin siquiera hacer nada por trasmitirlo. Cuando entendemos nuestra soledad y la de todos, y la amamos, y la respetamos en el silencio total de la luz interna y la oscuridad de la noche, somos uno y somos todos: El Ermitaño en su camino interminable, estamos con la fiera que nos acompaña y lo aceptamos; somos La Fuerza, sabemos que, más allá de nosotros, la Rueda de la Vida sigue girando y en tanto podamos fluir en su devenir constante, creceremos en equilibrio, e iremos siendo quienes entendamos el Ajuste del karma y del dharma. En ese respeto interior en el que comprendemos que cada uno tiene un camino irrepetible y único, estamos solos: somos El Colgado.
La Muerte
“Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras”
El nueve, el número mágico y perfecto de los alquímicos, nos da el tiempo exacto: el tiempo del intento, el tiempo de ver y de dejar atrás todos aquellos apegos emocionales que en algún momento, nos dieron seguridad: el poder sobre otros, la juventud y la atracción, las creencias dogmáticas, el enamoramiento para salir de la soledad, el miedo, la pasión… Ha llegado La Muerte para contactarnos con el Sí Mismo. Los cadáveres de nuestro pasado nos ayudarán a encontrar el camino hacia la Verdad.
La Templanza – El Arte
, “Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo? “   
Toro y hombre, león y águila, hombre y caballo, todos en uno, fundidos en el fuego interior, serán los que unidos se liberen. Es seguro que, desde lo que somos, escarbando y hundiéndonos en las profundidades, encontraremos la piedra oculta, el único diamante, lo puliremos a nuestra forma, tendrá un único brillo y será diferente a todos: será perfecto. “Lo que la naturaleza deja imperfecto, lo perfecciona el Arte”. En la muerte encontramos la Vida, en el Miedo, la Fortaleza, en el Dolor la alegría de las pequeñas cosas, de la Sombra, la Luz. Por eso, la Sombra aguarda silenciosa su redención en Luz. Un día lejano del pasado, la condenamos a un oscuro laberinto. Ahora es tiempo de buscarla y redimirla. Los contrarios se fundirán en el crisol que templa los más duros metales, y de allí saldrá la Obra Perfecta.

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